Teresa de Calcuta: La mujer que apostaba por la humanidad

Mujeres ejemplares las hay en todo el mundo y en todos los ámbitos, sin embargo, algunas de ellas lograr destacar y convertir su vida en un verdadero ejemplo. Precisamente de esas mujeres es de quién te proponemos imitar o aprender alguna “filosofía de vida”, para lograr una mejor versión de ti misma.

La madre Teresa de Calcuta es un ejemplo, ya que fue una mujer ejemplar a quién apartando el lado religiosa, podemos reconocer como una mujer digna de admiración gracias a su labor humanitaria y a su gran deseo de ayudar al más necesitado.

No obstante, siendo una mujer tan menudita y de corta estatura demostró tener gran valor y fuerza espiritual para soportar cualquier adversidad.

Con motivo del aniversario de su nacimiento te hablaremos un poco de ella, sobre todo de la mujer que fue y como su religión le dio fuerzas para continuar cuando sentía que el mundo se le iba encima.

También te dejamos una galería con algunas frases que bien podrías aplicar para convertirte en esa mujer que es madre, hija, hermana, esposa, prima, amiga, profesionista, pero también una mujer humanizada y con amor a todo lo que la rodea.

COMO INICIO SU LABOR HUMANITARIA

La madre Teresa de Calcuta nació en Skopje en 1910, y desde muy temprana edad encontró su vocación de servir a los pobres. Con tan solo 18 años ingresó en las Hermanas de Loreto, y se dedicó a impartir clases a niñas pobres, hasta que recibió lo que ella misma definió como “la llamada dentro de la llamada”.

“En 1946 fue cuando sintió la llamada de Jesús para que abandonara la congregación de Loreto y empezara una nueva vida entre los pobres en Calcuta”, sin embargo ella rompería esquemas al ir en busca de los más necesitados a sus propias casas. No importaba lo pobres o humildes que fueran.

Aunque su amor no se limitaba sólo a los pobres, sino que lo extendía a todo aquel que se cruzaba en su vida. Puesto que veía a las personas con extrema humanidad y eso evitaba que le importara su condición física o social.

Su incansable trabajo la hizo merecedora del premio Nobel de la Paz en 1979. Uno de los muchos reconocimientos que se le otorgaron, sin embargo, su labor no buscaba premios ni reconocimientos, sino que más personas comprendieran lo que realmente era importante en esta vida, es decir, que más mujeres y hombres comprendan que somos humanos y que necesitamos ayudarnos los unos a los otros y que el amor sí es capaz de “mover montañas”.

En una entrevista ella dijo: “Sí, el verdadero amor hace sufrir”. Esto presupone muchos sacrificios y mucho amor. Pero, al mismo tiempo, estos sufrimientos se ven acompañados siempre por un gran sentido de paz, y cuando en una casa reina la paz, allí se encuentran también la alegría, la unión y el amor.