Michelle Obama: la mejor Primera Dama de los Estados Unidos

Hay algo además de la elección de Donald Trump que el mundo lamenta respecto a las elecciones en Estados Unidos. Y nada tiene que ver con los resultados ni con el nuevo giro que va a agarrar el país tras la toma de protesta del nuevo presidente, y es precisamente la partida de Barack y Michelle Obama.

Desde su última cena de estado –en la que lució despampanante en Atelier Versace-, en la que la actual Primera Dama de los Estados Unidos, internet se ha llenado de notas que recopilan no solo las apariciones de Michelle en eventos políticos, sino también en programas como el show de Ellen Degeneres o James Corden –en el cual incluso cantó al lado de Missy Elliot-.

Sin embargo, hay algo que se le reconoce a Michelle y es su labor durante la presidencia de su esposo: mostró apoyo a las familias de militares, realizó campañas contra la obesidad infantil, se encargó de promover el empoderamiento en las mujeres y, por supuesto, mostró abierto apoyo a las minorías que habitan su país.

Es tanta su influencia, que el pasado verano su discurso durante la Convención Demócrata fue más destacado que el de su propio marido o el de la candidata Hillary Clinton. En este hablaba de los valores familiares, su vida en la casa blanca y la satisfacción de ver en lo que se han convertido sus hijas. Además, tuvo la valentía de hacer algo que nadie se hubiese imaginado: hablar de las condiciones en las que los esclavos de color trabajaron en la casa blanca.

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Esto le valió un papel activo en la campaña presidencial: fue la primera en dar una respuesta oficial de la campaña que Clinton emprendió contra los discursos misóginos de Donald Trump. De hecho, la misma candidata ha citado en más de una ocasión uno de los lemas de Michelle: “Cuando ellos tiran por lo bajo, nosotros miramos hacia arriba”.

 “¿Hay alguien más inspirador que ella?” fueron las palabras que Clinton utilizó para referirse a la Primera Dama en una de sus últimas apariciones. Desde hace 8 años, mismos en los que su familia entró a la Casa Blanca, Michelle se ha esmerado en decir que no le gusta la política y que “apostaría su último dólar” para que nunca se presente como candidata en algunas elecciones.

Michelle dio un salto al servicio público mucho antes qe Barack Obama. En 1991, trabajaba en Austin Sidley, un bufete de abogados -en el que Barack ejercía de becario- mientras estudiaba su posgrado en Harvard. Tras hacerse socia del despacho, aceptó el puesto de consejera en el ayuntamiento de Chicago, donde fue promovida a Coordinadora de desarrollo económico, puesto que marcó el camino que los Obama tomarían en los próximos años.

En 1996, ya casados, concedieron una entrevista en la que planteaban la posibilidad de que Barack se dedicara a la política: “Barack me ha ayudado a relajarme y a sentirme cómoda tomando riesgos, a no hacer las cosas de la manera típica y probar cosas nuevas, porque así es como él creció”, señaló.

Como Primera Dama se ha dedicado a causas familiares, aunque rompiendo el modelo a seguir de sus predecesoras. Ahora, a la edad de 52 años, con un futuro incierto –al menos en el aspecto político- y un vacío enorme que tal vez nadie en un futuro logre llenar. Porque no solo rompió con los moldes establecidos, sino que se convirtió en la mejor Primera Dama que un país puede tener.

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